Navidad, tiempo de familia, de felicidad.
Encerrado en su propio cuerpo un hombre trata de hablar, pero solo le salen balbuceos. Desea aprovechar sus últimos días de vida, pero sus miembros no responden. Frustrado, intenta llorar, gritar, pero tiene medio cuerpo paralizado. No puede siquiera expresarse. Y poco a poco se hunde en la triste sombra de la muerte en vida. A su alrededor, otras personas como él, ancianos, invierten sus últimos días en una fútil rutina que no les aporta nada.
Una mujer estalla en un sollozo desgarrador. Sus compañeros, la mayoría con la mirada perdida, asisten, cínicos, al espectáculo de aquella mujer.
Se revuelve y grita, llora y llora. Y no para de repetir, en la medida que su agitada respiración le permite, que quiere libertad. Está harta de estar encerrada en esa prisión. Necesita salir de ahí. Y lo dice, prefiere morir, desea morir. Mientras, sigue gritando como una demente, aterrorizada, encerrada, desesperada.