
Por MrsCrobat
La barrita de la conexión se vació y todas las aplicaciones se volvieron inútiles. Despegué la vista del móvil y una sensación de mareo me invadió. ¿Dónde estaba? Había perdido completamente la noción del tiempo. Me giré hacia los lados, intentando ubicarme, pero nada. Se me heló la sangre al pensar que quizás estaba perdido. Muy lejos de casa, sin ayuda y sin saber qué hacer.
El sol se escurría entre las montañas, bañando el bosque con tonos anaranjados. La noche no se haría esperar. Tragué saliva, incómodo.
Me puse a pensar. Realmente, ¿qué sabía hacer? Estaba solo, abandonado. Y aquella pantalla muerta era inútil. Enfadado, tiré el móvil contra el suelo. Pero rápidamente me arrepentí y fui a ver si estaba bien.
Maldita sea, ¿por qué se había convertido ese aparato en una necesidad?
Deslicé la yema de mis dedos por la fría superficie y observé fijamente la pantalla vacía, intentando controlar mi ánimo. No pude evitar apretarlo con rabia.
Lo miré.
-Tú me has traído hasta aquí y tú me sacarás.